Fue un gran predicador de la Palabra de Dios y defensor de la Iglesia, en especial en su tiempo defendió el dogma de la Santísima Trinidad. Su labor hacia el prójimo crecía con el paso de los años, su obra escrita fue valiosísima.
Sus obras fueron numerosas, entre ellas se encontraron institutos de asistencia para los menesterosos, peregrinos y huérfanos, hospitales para los enfermos.
Todo esto concluyó siendo un vasto complejo de beneficencia llamada Basiliada, a la salida de la ciudad de Cesarea. En ella hunden sus raíces los modernos hospitales para la atención de los enfermos.
Sus escritos lo han colocado en un lugar de privilegio entre los doctores de la Iglesia.
Se conserva una extensa colección de sus cartas. Sus discípulos recopilaron sus enseñanzas basadas en las Sagradas Escrituras conformando Pequeñas y Grandes Reglas convirtiéndose, así, en el legislador monástico por excelencia. Estas normas de vida sirvieron a las Órdenes Religiosas Orientales e influyeron en fundadores de Órdenes como la de San Benito, San Agustín, San Francisco entre otras.
Actualmente, rigen la Orden Basiliana, adaptándose a los tiempos y circunstancias.
Su espíritu se refleja en sus obras dogmáticas, ascéticas, discursos y homilías.
Algunos lo han denominado “un Faro en el Oriente” Pero ¿por qué un faro? y ¿por qué en el oriente? La respuesta al primer interrogante está ligada a la sabiduría desarrollada por Nuestro Santo Patrono a la luz del Evangelio, y la respuesta a la segunda pregunta se encuentra en sus raíces.
Específicamente, Basilio nació en el año 329 en Cesarea de Capadocia, que en la actualidad es la ciudad turca Kayseri. Proveniente de una familia de Santos, tales como su abuela y sus hermanos, fue llamado “San Basilio el Grande” o “San Basilio Magno”. Basilio vivió durante los primeros tiempos del cristianismo, en consecuencia, sufrió junto a otros cristianos, la persecución a manos del emperador Diocleciano.